The Most Beautiful Woman in All of Egypt - Chapter #6 - Free To Read

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The Most Beautiful Woman in All of Egypt

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Capítulo 6

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En la Guarida del León

Apr 2, 2025

El viaje debería haber sido aterrador.

Pero Laila no era una niña asustada en la oscuridad.

Viajaba como una reina, sentada en un carruaje cubierto de lino blanco, su estructura dorada brillando bajo el sol implacable. El aire olía a jazmín y mirra, su perfume llevado por la cálida brisa del desierto.

Los mejores guerreros del Faraón cabalgaban junto a ella, hombres que habían luchado y sangrado en su nombre. Sus espadas brillaban, sus caballos se movían como sombras contra las dunas. Estaban destinados a protegerla.

Ella no creía que lo harían.

La gente se alineaba en las calles mientras dejaba Menfis, sus voces elevándose en cánticos, sus manos extendiéndose, arrojando flores de loto a sus pies. Algunos lloraban. Otros susurraban bendiciones.

La adoraban.

Ella se lo permitía.

Hagar se sentó con las piernas dobladas bajo ella, alisando las arrugas de su chal de lino mientras observaba a Laila con la paciencia de alguien esperando que estallara una tormenta.

Hagar siempre estaba esperando.

"Tu belleza no será suficiente", dijo al fin, con voz baja, cuidadosa.

Laila dirigió su mirada hacia las dunas, la interminable extensión de desierto que se tragaba el horizonte. "¿Es eso lo que crees que soy? ¿Solo belleza?"

"Sabes que no." Hagar suspiró, inclinando la cabeza. "Pero los hombres son tontos. Y los tontos quieren creer que son ellos quienes tienen el control."

Laila sonrió con suficiencia. "Entonces les dejaré creerlo."

Hagar la estudió por un largo momento antes de asentir. "Una chica intacta es poderosa. Pero una mujer que entiende el deseo? Ella es imparable."

El balanceo rítmico del carruaje las mecía suavemente mientras el desierto se extendía sin fin hacia adelante. El aroma a arena y especias se aferraba al aire, pero dentro de la fresca sombra del dosel, solo estaban ellas dos.

"¿Sabes lo que quieren los hombres?" preguntó Hagar repentinamente.

Laila arqueó una ceja. "Poder. Obediencia. Una mujer que se arrodille a sus pies."

Hagar se burló. "Eso es lo que creen que quieren." Se acercó más, bajando la voz. "Pero un hombre nunca anhelará lo que ya posee. Si eres demasiado fácil de alcanzar, perderá el interés. Si eres demasiado distante, buscará calor en otra parte."

Laila se recostó contra los cojines de seda, observando a Hagar cuidadosamente. "¿Entonces qué sugieres?"

Hagar sonrió, lenta y sabiamente. "Debes mantenerlo hambriento."

Laila exhaló bruscamente por la nariz. "Dudo que un señor de la guerra que quema ciudades tenga la paciencia para ser provocado como un noble muchacho enamorado."

"Los hombres son todos iguales en lo que importa." Hagar tomó un higo de un plato dorado, rodándolo entre sus dedos. "Haz que te desee, pero nunca le dejes estar seguro de que te tiene."

Presionó sus uñas en la suave fruta, abriéndola, la pulpa brillando con dulce jugo.

Laila observó mientras ella lamía una gota de su pulgar.

"Tú controlas el espacio entre el deseo y la satisfacción", continuó Hagar. "El espacio donde los hombres son débiles."

Los labios de Laila se curvaron ligeramente. "¿Y cómo mantiene una a un hombre allí?"

Hagar dejó la fruta a un lado y encontró su mirada. "Lo tocas sin tocarlo. Dejas que tus dedos rocen su muñeca cuando pasas junto a él. Dejas que tu aliento permanezca en su oído cuando susurras. Dejas que piense en tu piel contra la suya antes de que siquiera haya ganado el derecho."

Laila inclinó la cabeza. "¿Y si intenta tomar lo que no ha ganado?"

Hagar rió suavemente. "Entonces le recuerdas que incluso los reyes se arrodillan ante las diosas."

Laila sonrió, su mirada parpadeando hacia el horizonte dorado. "Parece que tengo mucho que aprender."

Hagar sonrió con suficiencia. "No, princesa. Ya lo sabes. Solo necesitas decidir cómo deseas empuñarlo."

Ella no iba a morir en esta guerra. Iba a ganarla.

El sol descendía más bajo, proyectando largas sombras sobre la arena. La caravana se movía en silencio, salvo por el ocasional murmullo de los guardias.

Entonces, un grito.

Un explorador se adelantó corriendo, sin aliento, ojos abiertos de miedo.

"¡Princesa! Nos están observando."

Los guerreros inmediatamente alcanzaron sus espadas.

Laila permaneció inmóvil, pulso estable, manos descansando suavemente en su regazo.

De las dunas, emergió una sombra.

Un guerrero.

Y la estaba esperando.

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