The Most Beautiful Woman in All of Egypt
/Capítulo 3
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El Plan de una Reina, La Furia de una Hija
Apr 2, 2025
En la sala del trono, Laila se sentó junto a su padre, silenciosa, escuchando. El incienso ardía lentamente en los braseros de bronce, elevándose en suaves espirales hacia el techo pintado donde halcones y chacales observaban desde sus lugares entre los dioses.
Los visires debatían. Los generales murmuraban entre dientes. Las soluciones se derramaban por el suelo de la cámara como tinta volcada.
Fortificar las murallas. Convocar más guerreros. Rezar a los dioses.
Ninguno hablaba con certeza. Porque sin importar cuántos soldados comandara el Faraón, Menfis se estaba quedando sin tiempo.
Hasta que una sola voz cortó los murmullos.
"Hay una manera de detener esto."
Nefirah.
Laila desvió su mirada hacia la reina, observándola mientras se adentraba en la luz. Los anillos de oro apilados en sus dedos brillaron mientras se acariciaba el vientre, lenta, deliberadamente.
La sala quedó inmóvil.
Laila entrecerró los ojos.
Nefirah sonrió. "Una manera de evitar que la capital arda."
Laila cruzó los brazos sobre su regazo, impasible. "Comparte tu idea."
La reina inclinó ligeramente la cabeza, como divertida. "Debes ser ofrecida como novia."
La cámara estalló. Los visires gritaron indignados. Los generales intercambiaron miradas de incredulidad. Incluso los sacerdotes se agitaron en su habitual silencio, apretando los dedos alrededor de sus báculos tallados.
Pero Ammon—él no dijo nada.
Solo observaba a Laila, sus ojos desnudándola.
Laila se reclinó en su asiento, expresión serena, aunque su pulso había comenzado a latir en su garganta.
"¿Crees que suplicaría ser entregada como una túnica de seda?"
La sonrisa de Nefirah no vaciló.
"Eres la mujer más hermosa del reino," dijo, con voz medida. "Uno de ellos te querrá."
Ellos.
Amunet. Khepri. Seti.
Los señores de la guerra que arrasaban las tierras del Faraón, reduciendo ciudades a cenizas.
Laila se volvió hacia su padre, el hombre que nunca le había negado nada. "Dile que es una necia."
La cámara quedó en silencio.
El Faraón no habló.
Sus manos se curvaron alrededor de los brazos del trono, nudillos pálidos, su frente arrugada con algo que Laila nunca había visto antes.
Duda.
Y así, sin más, lo comprendió.
Su padre—el gobernante de las Dos Tierras, el Dios Viviente, el Halcón sobre el Trono de Egipto—tenía miedo.
Finalmente, su voz rompió el silencio, más queda de lo que ella jamás la había escuchado.
"No te pediría esto, mi flor," dijo, con ojos cargados de algo que ella no quiso nombrar.
"A menos que no tuviera otra opción."
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